lunes, 21 de mayo de 2012

Hasta siempre Miguel

Murió una de los periodistas referentes del basquétbol. Miguel Romano trabajó más de 30 años inmerso en el mundo del básquet. Llegó a Crónica en 1979. En 1980 se unió a La Nación. Cubrió 7 mundiales, desde España 1986 hasta el último en Turquía 2010, y 3 Juegos Olímpicos, Barcelona 1992, Atenas 2004 y Pekín 2008. Acá en Sexto Hombre levantamos una nota publicada de Miguel Romano en La Nación el 30 de agosto de 2004, dos días después de la medalla de oro obtenida por Argentina en Atenas.
"ATENAS.– Son sensaciones. Sólo eso. Imágenes que se cruzaron por la mente durante todo el proceso que terminó en la cima del podio olímpico. Imaginamos un casco, una pechera, unas botas, un escudo y una espada afilada y reluciente. Todos esos elementos puestos en el placard del vestuario de cada uno de los gladiadores argentinos. Listos para ser usados, pero pesados también, difíciles de llevar si no existen antes una predisposición absoluta para la lucha y una entrega al gran sacrificio. ¿Cómo mentalizarse, cómo motivarse para cargar con todo y disponerse para la gran contienda? 
Hubo que volver a las rigurosas fajinas de Rubén Magnano y sus normas de convivencia. Nada de celulares durante las comidas y los viajes en grupo; mucho menos en los vestuarios, claro está. Hubo que someterse también a sus puntillosos detalles tácticos. Coreografías que para cumplirlas fue necesario estar muy concentrados y mantener una aceitada concentración.
Contaba Enrique Tolcachier, asistente técnico, que en Córdoba, al volver al seleccionado, cada jugador recibió un cuadernillo, de unas 25 carillas, que contenía todos los sistemas y movimientos especiales –con dibujos alusivos– que debería utilizar el equipo durante el proceso olímpico. Algunos conocidos, otros modificados y varios nuevos. ¡A estudiar muchachos! Todas coordinaciones que se fueron ensayando y poniendo en práctica de a poco. Además, para cada partido, cada jugador recibió un informe de dos o tres carillas sobre las características del rival en grupo e individualmente y observó un video editado por el mismo Tolcachier, que hizo un curso de producción de televisión para saber editar las imágenes.
Para poder desarrollar esa tarea, el cuerpo técnico trajo dos videocassetteras y un televisor desde la Argentina. Con un juego de equipo complejo pero bien afinado más fácil iba a resultar conseguir mejores resultados y disimular carencias de estatura. Porque, como ya se dijo, si esto fuese boxeo el seleccionado argentino sería categoría mediano, el de España medio pesado y Lituania, Italia o el Dream Team, peso pesado.
Para luchar contra gigantes más fuertes hubo que trabajar muy duro en el aspecto físico. Doble turno de entrenamiento diario y sesiones de pesas casi todos los días. Puede imaginarse que, con tanta carga de trabajo e información táctica, a cualquier equipo puede costarle mucho empezar a tomar vuelo en el arranque de un torneo. Más si cuenta con jugadores cotizados, estrellas en sus ligas, de buen pasar económico, que deben resignar vacaciones y horas de convivencia familiar. ¡Un sacrificio! Deben existir un voraz apetito y un sueño muy grande para encarar y tener éxito en semejante emprendimiento.
Por eso, para que el basquetbol argentino fuese medalla dorada, todos debieron realizar un tremendo esfuerzo: calzarse las botas, ponerse la pechera, el casco, levantar el escudo y empezar a mover la espada cumpliendo puntillosamente con la disciplina táctica de Magnano.
Costó muchísimo. Por eso, la Argentina perdió tantos partidos durante la serie preparatoria y luego de la especial revancha ante Serbia y Montenegro tuvo su peor actuación antes de los Juegos ante España. Algunas críticas y la primera fuerte reunión de grupo de la historia del plantel fueron el clic que permitió sintonizar definitivamente la onda que proponía el técnico. De a poco creció la intensidad defensiva, luego mejoró la concentración, después desapareció el individualismo, surgió la serenidad para manejar situaciones cruciales y finalmente la madurez y el oficio, más el talento natural, terminaron por redondear un equipo poderoso y concretar una tarea fenomenal.
La increíble unidad del grupo, la mística y algunas soberbias actuaciones individuales, como las de Manu y Luis Scola, dieron el impulso definitivo al mejor seleccionado del mundo. A esta fantástica generación dorada que le costó vestirse de gladiador, pero que cuando empezó a soportar el peso del sacrificio, se bañó en el reluciente oro olímpico."

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